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Razones por las que fallan tus propósitos de Año Nuevo

Razones por las que fallan tus propósitos de Año Nuevo

¿Te has preguntado por qué fallan tus propósitos de Año Nuevo? A pocos días de dar por terminado el presente año, es común cuestionarse por qué es tan difícil implementar —y sobre todo mantener— esos hábitos que permiten hacer cambios positivos. Se estima que solo un 8 % de las personas logran cumplirlos.

En la mayoría de los casos, la puesta en práctica de las nuevas metas se mantiene durante los meses de enero y febrero. Luego de esto, son muchos los que vuelven a caer en malos hábitos y viejas costumbres. Así, parece ser que generar cambios a largo plazo es más difícil de lo que se cree. ¿A qué se debe? Veamos.

¿Por qué fallan tus propósitos de Año Nuevo?

Una investigación divulgada a través de International Journal of Environmental Research and Public Health reveló que, aunque establecer propósitos de Año Nuevo es una actividad popular en muchas culturas, las personas no son particularmente buenas para cumplirlos.

Hay varios factores que explican el por qué fallan tus propósitos de Año Nuevo. Trazarse metas poco realistas, hacer demasiados cambios de forma repentina y caer en la procrastinación son algunos de los más habituales. Por supuesto, existen algunas estrategias para aumentar las probabilidades de éxito en este nuevo año.

Lo más importante es empezar a reconocer cuáles son las acciones que no están ayudando y qué puede contribuir a reforzar la disciplina y la constancia al momento de volver a intentar todos esos cambios. A continuación, repasamos las causas del fracaso y qué hacer para no fallar en el intento.



1. Establecer propósitos poco realistas

Hay que tener presente cuáles son las probabilidades de cumplir los propósitos de Año Nuevo. El punto de partida para el fracaso es establecer objetivos muy difíciles de alcanzar. Esto no solo limita su realización a mediano y largo plazo, sino que se vuelve detonante de la frustración.

Dicho esto, hay que partir de la realidad actual antes de trazar cualquier meta. Para ello, hay que hacerse varias preguntas, como las siguientes:

  • ¿Los objetivos son cuantificables?
  • ¿Están determinados por factores económicos?
  • ¿Se limitan por el tiempo?
  • ¿Se pueden dividir en varias partes?
  • ¿Es necesaria la intervención de terceros para realizarlos?

Lo ideal es que los propósitos sean retadores y alcanzables. Una buena estrategia es trazarlos en función del tiempo estimado para cumplirlos. Concretar pequeñas metas a corto plazo es una manera de motivarse para llegar a logros mayores.

2. Hacer cambios abruptos en muy poco tiempo

La tradición de trazarse propósitos para el Año Nuevo está arraigada en la civilización occidental, en la que el paso de un año a otro representa una oportunidad para adoptar un nuevo estilo de vida. De ahí el hecho de que en enero se inicien modificaciones en la dieta y en la rutina. ¿El problema? Esto puede ser abrumador.

En lo que a alimentación se refiere, las modificaciones bruscas hacen difícil el sostenimiento de la dieta a mediano y largo plazo. Tras algunas semanas, es frecuente que se presente el llamado «efecto rebote», que dispara la ansiedad por comer y que conlleva al fracaso cuando el fin es perder peso.

Esto empeora si a la par se inicia una rutina de entrenamiento de alta exigencia o se ponen en marcha otros propósitos: abandonar una adicción, iniciar una nueva carrera profesional, cambiar de trabajo, etcétera.

Hay que tener presente que dar un paso a la vez eleva las probabilidades de cumplir el propósito. Es más fácil alcanzar el éxito cuando los cambios se implementan de forma gradual, de tal manera que el cuerpo y la mente pueden adaptarse.

Más que «alcanzar» una meta, se trata de modificar el estilo de vida y adoptar hábitos. Esto es lo que permite mantener sus efectos en el tiempo.

3. No llevar un seguimiento

No hacer una revisión del progreso de las metas trazadas es una barrera para avanzar. Es importante verificar de manera semanal o quincenal cuáles han sido los avances, qué se puede mejorar y qué puede estar interfiriendo en la realización del objetivo.

Cuánto más consciente se sea del proceso, más probabilidades hay de encaminarse al éxito. Llevar un historial de logros aumenta la motivación y, sobre todo, permite desarrollar estrategias para resolver aquellas cuestiones que pueden representar una barrera.

4. Dejarse dominar por el miedo

Conforme pasan los días, la emoción por cumplir los nuevos propósitos va desapareciendo. A su vez, se incrementa el sentimiento de miedo. Esto representa la principal causa de autosabotaje; puede existir temor a los cambios, a salir de la zona de confort, al fracaso o al propio éxito.

El miedo se agudiza si en el pasado ya hubo algún tipo de fracaso.

De ser así, será clave reforzar la autoconfianza y la autoestima. Para ello, es conveniente aprender cosas nuevas, potenciar las habilidades que ya se tienen, meditar y cuidarse física y mentalmente. Si esto no funciona, una consulta psicológica podría ayudar.

5. Procrastinar

Muchos fallan en sus propósitos de Año Nuevo porque procrastinan y todo lo «dejan para después». Las múltiples distracciones, asignar una fecha para iniciar y ponerse excusas, impedirán alcanzar el objetivo en el tiempo deseado.

Si en verdad se quiere cumplir una meta, ¿por qué esperar al lunes o a una fecha concreta? Cualquier momento es bueno para empezar y avanzar. Muchas veces, la falta de tiempo tiene su origen en horas mal invertidas; por ejemplo, pasar mucho tiempo conectado en el móvil, en videojuegos o en cualquier otro tipo de distracción.

Hay que tener la meta clara y dar prioridad a aquellas cosas que encaminan a su cumplimiento.

Consejos para cumplir con los propósitos de Año Nuevo

Una de las claves para cumplir con los propósitos de Año Nuevo es trazar objetivos más específicos. Es decir, no solo pensar en «voy a cambiar mi dieta», «voy a hacer más ejercicio» o «voy a iniciar un nuevo proyecto», sino en cómo serán esos cambios, la nueva rutina, los horarios, las estrategias, etcétera.

La planificación específica de cada objetivo desempeña un papel importante para saber cómo llevarlos a cabo en cada momento. Por citar algunos ejemplos, puedes poner en práctica lo siguiente:

  • «Voy a evitar el consumo de azúcar y ultraprocesados», en lugar de «haré cambios en mi dieta».
  • «Asistiré al gimnasio tres veces a la semana, durante al menos una hora» en lugar de «empezaré a hacer más ejercicio».
  • «Tomaré lecciones de inglés de 4 p. m. a 6 p. m.» en lugar de «quiero aprender inglés».

Así, sea cual sea el objetivo, dejarlo especificado facilitará su realización. Por supuesto, a esto debe sumarse el compromiso, la disciplina y la perseverancia. Para mantenerlos a flote, hay que recordar cuál es la motivación, a dónde se quiere llegar y qué se ha logrado poco a poco.

Modificar el estilo de vida será determinante para alcanzar la meta. De nada sirve trazarse objetivos si los hábitos no son coherentes con lo que se desea.

Es posible que haya que reorganizar horarios, los tiempos de trabajo y de ocio, las rutinas de alimentación, los periodos de descanso, entre otros. Solo así podrá optimizarse el tiempo.


Hay que cambiar la mentalidad del «todo o nada»

Muchas veces, fallan los propósitos de Año Nuevo por una mentalidad de «todo o nada». Esto imposibilita equivocarse y disfrutar del proceso, pues el éxito se empieza a medir por los aciertos o los fracasos. Hay que tener presente que fallar no está mal y hace parte del camino.

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