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El estrés y su influencia en la salud

El estrés y su influencia en la salud

Actualmente se recurre con mucha frecuencia al estrés para explicar muchos problemas psicológicos y médicos que una persona padece. El estrés funciona como un cajón de sastre bien visto socialmente. A diferencia del estigma generado por los trastornos mentales, no afecta a la reputación de la persona afectada ni le obliga a considerarse enferma o a reconocer algún tipo de fracaso. Quien está estresado puede ser visto como alguien activo, luchador, que soporta con energía las fatigas de la vida moderna. Así, el estrés tiene buena prensa porque se vincula al trabajo, pero la ansiedad o la depresión, que son la otra cara de la misma moneda, no tanta porque se asocian a alguien que es incapaz de manejarse con los problemas del día a día.

¿Pero qué es en realidad el estrés? Este fenómeno surge cuando una persona se siente sobrepasada en sus recursos psicológicos para hacer frente a las demandas que se ve obligada a afrontar en la vida cotidiana y que las percibe como amenazantes para su bienestar personal. Las fuentes de estrés pueden ser variadas: excesivas responsabilidades profesionales o académicas, experiencias personales dolorosas, profunda insatisfacción con la vida o dificultades de compatibilidad de roles en la mujer trabajadora.

La percepción de desbordamiento es extraordinariamente paralizante. El estrés puede generar reacciones psicofisiológicas y emocionales de ansiedad, pero también de depresión y de irritabilidad, así como problemas de salud, como alteraciones del sueño, ingesta de alcohol y de tabaco, problemas cardiovasculares (tomarse las cosas muy a pecho), fatiga, alimentación inadecuada o empeoramiento de una enfermedad crónica. Asimismo, el estrés prolongado, al tener un efecto inmunodepresor por la acción del cortisol, debilita al sistema inmunitario y hace al organismo más vulnerable a las infecciones.

Lo que genera estrés es especialmente, más que un acontecimiento concreto, la tensión crónica a la que se puede ver sometida una persona y que le lleva a configurar un estilo de vida caracterizado por la urgencia de tiempo, la responsabilidad excesiva, la falta de apoyo familiar o laboral o las expectativas excesivas sobre la persona de uno mismo y de quienes la rodean.

En esta tensión crónica puede influir también el denominado estrés de privación, es decir, la subestimación de los procesos mentales o emocionales de una persona, debida, por ejemplo, al desempeño de tareas rutinarias o a la inacción en la jubilación. Un estado crónico de privación emocional provoca aburrimiento, soledad y, en último término, una pérdida de autoestima.

Las personas poseen distintos umbrales de resistencia al estrés, por lo que las características de la curva difieren de una persona a otra. El riesgo es más alto en las personas que son competitivas, perfeccionistas e inseguras y que cuentan con habilidades de afrontamiento escasas y con un apoyo familiar y social insuficiente.

Cuando se trata de un estrés insano, el objetivo es intentar salir del aparente callejón sin salida, bien eliminando o reduciendo la fuente de malestar emocional o bien, si ello no es posible, atenuando la sobreestimulación generada por la situación estresante. En el primer caso, la persona puede intentar alejarse de la fuente de estrés, por ejemplo, por medio de la búsqueda de otro trabajo o del alejamiento de personas o situaciones tóxicas.

Fuente: www.elpais.com

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